Pintar flores

Revista Ritmo 941. Julio-Agosto 2020

Mobirise

Una mujer toca la guitarra ante nosotros, pero es posible que tengamos que mirar dos veces para verla. La imagen representa la realidad, aunque el lenguaje que utiliza para hacerlo requiere menos de nuestra vista y más de nuestro cerebro para ser descifrado. Se trata del cubismo, la primera gran vanguardia del siglo XX, y aquella que rompió definitivamente con el último bastión del lenguaje pictórico renacentista que quedaba en pie: la perspectiva. El cuadro es obra de uno de los grandes nombres del cubismo, la pintora española María Blanchard (1881-1932)

“Su paso por el cubismo produjo las mejores obras de este, aparte las de nuestro maestro Picasso”, dijo de Blanchard Diego Rivera en una entrevista concedida poco antes de morir. Preguntado por su etapa parisina, más de cuarenta años después, el maestro mexicano citó a la pintora como una de las figuras capitales del cubismo. Sin embargo, es difícil encontrarla en los libros de Historia del Arte. Muchas veces ni siquiera aparece en la nómina de artistas cubistas, y otras tantas se habla de su físico y su salud más que de su obra. Cuando pintó esta Mujer con guitarra, por ejemplo, Blanchard se hallaba en un período de intenso trabajo conjunto con Juan Gris. Siguiendo a Braque y Picasso, los cubistas no acostumbraban a firmar sus cuadros, por lo que algunas obras de Gris y Blanchard de esta época han sido difíciles de atribuir. Ambos artistas colaboraron estrechamente en estos años, y Gris pedía a menudo opinión sobre su trabajo a Blanchard, cuyo criterio valoraba mucho. El lugar que la Historia del Arte ha dado a cada uno, como es notorio, ha sido muy distinto.

Nacida en Santander, en el seno de una familia burguesa de gran cultura, María encontró un sólido apoyo en su padre para desarrollar su vocación artística. Tras aprender en España con maestros importantes como Emilio Sala o Fernando Álvarez de Sotomayor, consiguió una beca para viajar a París a perfeccionar sus estudios. Allí recibió clases de Hermen Anglada Camarasa y Marie Vasilieff (1884-1957), la pintora rusa a través de la cual entró en contacto con el cubismo.
Tras un par de regresos a España, se instaló definitivamente en París, entrando a formar parte de su corazón artístico. Pintaba sin descanso, asistía a las tertulias, exhibía su obra en las exposiciones más importantes. Era apreciada y respetada por todos sus colegas. Compartió estudio en Montparnasse con sus amigos Diego Rivera y Angelina Beloff, trabó amistad con Juan Gris, Metzinger y Lipchitz. Picasso intentó sin éxito despertar en ella el sentido comercial: “Pobre María, crees que una carrera se hace sólo a base de talento”. Pero a María nunca se le dieron bien los negocios, algo que fue aprovechado por marchantes sin escrúpulos.

La Mujer con guitarra de María Blanchard se integra en el llamado cubismo sintético, una fase en la que los artistas buscan mayor claridad formal. La pintora ha construido la figura a base de planos geométricos de colores, sin volumen ni perspectiva, y apenas un ojo, un mechón de cabello y tres dedos nos dan la llave para acceder a la visión completa de la mujer. El objeto más nítidamente representado es la guitarra, de la que percibimos con claridad el traste y la boca. Esta magistral composición esconde un guiño a El cantante español (1860) de Édouard Manet. Así, el francés que recrea un tema español es citado por la pintora española que, como artista, se siente francesa.

Aunque requiere de un análisis mucho más complejo que toda la pintura anterior, el cubismo nunca cruzó la línea hacia la abstracción: fue un lenguaje netamente figurativo. Para no olvidarlo, los cubistas introducían en sus obras elementos fácilmente identificables a primera vista a partir de los cuales descifrar la realidad representada. La presencia de instrumentos musicales en los bodegones cubistas fue muy frecuente. Georges Braque comenzó a incluirlos, pues él mismo era músico y tenía muchos en su estudio. A diferencia de Picasso, quien recurre más a menudo a la figura humana, en Braque los instrumentos suelen aparecer solos. También encontramos en su obra partituras o nombres de compositores como Mozart o Bach.

Al terminar la Gran Guerra se produjo una reacción estética a las vanguardias, y Blanchard, al igual que todos sus colegas, abandonó el cubismo. No obstante, en sus obras permanecerá siempre una fuerte estructura geométrica. La comulgante, La convaleciente o Maternidad oval, homenaje a la Virgen con el niño y ángeles de Jean Fouquet, son ejemplos brillantes de su período postcubista.

Hacia el final de su vida, la salud de María era cada vez más frágil, las deudas la agobiaban y debía trabajar sin descanso para mantener a sus hermanas y sobrinos. A los cincuenta y un años cayó definitivamente en cama. “Si vivo, voy a pintar muchas flores”, cuentan que dijo. No pudo ser. A su entierro asistieron un puñado de artistas y una interminable procesión de indigentes a quienes había ido ayudando en silencio durante sus años en París.

Imagen: María Blanchard, Mujer con guitarra, 1917 (Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, Madrid).


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