Al son de la lira

Revista Ritmo 948. Marzo 2021

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Incluso si no conocemos la identidad de esta mujer, podemos saber sin lugar a dudas que está relacionada con las artes. Más concretamente con la poesía y la música, aquellas más favorecidas por Apolo. La clave nos la da el instrumento que tañe, posiblemente, de cuantos existen, el que posee el poder simbólico más intenso: la lira. Apolo, guía de las musas, es conocido desde tiempos inmemoriales por su don para este instrumento, que tuvo una importancia enorme en la Grecia antigua. Una de las primeras representaciones artísticas que existen de la música, de hecho, es el Tañedor de lira de Keros, una hermosa estatuilla cicládica de entre el 3000 y el 2000 a.C. Mientras en Europa central se fabricaban puntas de lanza y armaduras, en mitad del mar Egeo los artistas hacían emerger músicos del mármol. Qué lugar, sino Grecia, iba a elegir un dios protector de las artes para vivir.

Vissi d’arte cumple un año de existencia, y nada mejor que celebrarlo al son de la lira de Apolo con la presencia de dos mujeres extraordinarias de las artes y el pensamiento. Una fue la pintora francesa más célebre y cotizada en la Europa de finales del siglo XVIII; otra, la principal intelectual de su tiempo y una filósofa fundamental para la historia. Ambas tuvieron en común la excepcionalidad, el exilio y un tenaz deseo de independencia.

La retratadora, Marie Louise-Élisabeth Vigée Lebrun (1755-1842) fue hija de un modesto pintor, y desde muy pequeña mostró extraordinarias dotes para el retrato. A los quince años ya se dedicaba profesionalmente a la pintura. En un viaje a los Países Bajos quedó fascinada por Rubens, de quien tomaría, entre otras cosas, la pincelada suelta y los sutiles brillos nacarados en las carnaciones. Fue pintora de cámara de la reina María Antonieta, llegando así al lugar más alto que una mujer había ocupado en la pintura en Francia, pero la Revolución la forzó al exilio. El divorcio le dio la independencia, que ya nunca perdería, y durante varios años viajó con su hija por Europa. Fue admitida en las más importantes academias y retrató a los grandes personajes de un Antiguo Régimen que se desmoronaba. Con la restauración borbónica regresaría a París recuperando fama y honores, y llegó a ver sus pinturas colgadas en el Louvre. Su legado, novecientos lienzos y unas apasionantes memorias en las que deja muy claro que la pintura fue el motor de su vida: “Es a esta divina pasión que le debo no sólo mi fortuna, sino también mi felicidad”.

La retratada, Anne Louise Germaine Necker (1766-1817), conocida universalmente por su nombre de casada, Madame de Staël, es una deslumbrante pensadora del comienzo de la Edad Contemporánea. Su agudísima inteligencia, una extraordinaria amplitud de miras y la voluntad firme de influir en la política la llevaron a ser esencial no sólo en el pensamiento, sino en la historia de su tiempo. De aquella época viene la famosa frase “Hay en Europa tres potencias: Gran Bretaña, Francia y Madame de Staël”. Germaine fue la responsable, nada menos, de que el Romanticismo se extendiera por igual en toda Europa. En su obra De l’Allemagne, perseguida por Napoleón por “no ser un libro francés”, no sólo habla de Alemania como nación -cuando no existía tal cosa- anticipándose al futuro, sino que sienta las bases de los nacionalismos románticos al entender que son la cultura, la lengua y el sentimiento los que conforman un pueblo. Staël dio a conocer en Francia la gran cultura alemana (Kant, Goethe, Schiller…), desestimando la superioridad cultural francesa que proclamaba Napoleón, y sentó las bases teóricas del movimiento romántico. Hija del Siglo de las Luces, nunca renunció a los principios ilustrados, pero abrió la puerta a aquel nuevo tiempo entendiendo que el motor de las ideas son las pasiones. Admiraba a Rousseau, y sin embargo fue capaz de detectar y criticar la misoginia del gran filósofo de la igualdad... entre varones. Germaine sostenía que, al contrario de lo que Rousseau recomienda en su tratado Emilio, la mujer debe ser educada igual que el hombre, y no únicamente para servirlo y acompañarlo, pues sólo con equivalencia intelectual de sus miembros puede tener éxito un matrimonio.

Fue durante el exilio de ambas cuando coincidieron en Suiza. Vigée Lebrun retrata aquí a Staël como la protagonista de su novela Corinne, una poeta, música y cantante que descubre a su enamorado los tesoros de Italia. A caballo entre la novela epistolar y el libro de viajes, la obra tuvo un enorme éxito. Uno de sus capítulos, por ejemplo, sirvió de inspiración a Luigi Balocchi para el libreto de Il viaggio a Reims del genio Rossini. La lira suena en muchos registros en esta pintura.

Es evidente que Apolo y las nueve musas auspiciaron el momento en que estas dos mujeres formidables coincidieron en el espacio y el tiempo, dejándonos el testimonio pictórico a partir del cual podemos y debemos conocer y recordar sus vidas y su obra.

Esperamos que nos acompañen muchas más en el futuro, y que la lira no calle nunca.

Imagen: Élisabeth Vigée Lebrun: Madame de Staël representada como Corina, 1807-8 (Musée d'Art et d'Histoire, Ginebra).

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